Capítulo XLII

Mis ojos preocupados observaron a Jace con detenimiento. Se notaba que estaba roto, solo... Que necesitaba compañía. Rememoré lo mal que lo había pasado yo también; rememoré lo que se sentía cuando se estaba roto. Y supe entenderle. Al menos un poco.
Puse una mano en su hombro algo insegura, ya que no era de hacer mimos y que se desahogasen. Pero, ¿quién sabe? El pelo seta a lo mejor lo consiguiese, aunque lo dudo tanto como que Zeus tendría otro hijo. Mejor no lo dudaba mucho, que el dios tenía mucho vicio...
-Jace, eh... Lo siento...-murmuré, y mi voz sonó más como a pregunta que otra cosa.
Un sollozo se escapó de sus labios y apretó contra su pecho el llavero. Se notaba que la echaba de menos.
-Jace, eh...-lo zarandee con un dedo, pero solo conseguí que se acercase más y me intentase abrazar, por lo que me aparté.
Se fue arrastrando intentando abrazarme, y noté que por lo menos eso le hacía gracia. Y me alegré. Me alegré porque todos merecemos ser felices. Me alegré porque él merecía ser feliz.
Al final acabé contra un roble y el arrastrándose como una babosa para abrazarse a mí. Me quedé tensa sin saber que hacer, sintiéndole sollozar de nuevo apretándose a mí. Lentamente lo rodeé con mis brazos, intentando que se sintiese a salvo.
-Mi hermana...-susurró.
Le miré acariciando su espalda, con el apoyado en mi regazo y con la cabeza en mi estómago.
-La encontrarás.
-Estará muerta..
-Pues negociarás con Hades...
-Pero... ¿y si no la encuentro...?
-Te ayudaré a buscarla.
-¿Me lo prometes?-me miró con los ojos llenos de lagrimas.
Su cara me recordaba a un niño pequeño, tan indefenso.
-Te lo prometo-murmuré.
Lo sentí pegarse más a mí.
-Pero primero iremos a una peluquería.
-¿Por...?
-¡Pues porque no puedes ir con una seta por pelo!
-¿Y tu pelo qué?
-Mi pelo se quedará así.
Nos quedamos en silencio.
-No te acostumbres a estar así.
Le vi sonreír. Y me sentí mejor. Si lo mirábamos por el lado bueno, ya había hecho mi buena acción del mes. Mientras, nos quedamos así. Presentía que estaba a gusto, pues respiraba con tranquilidad, aunque algo irregular por el reciente llanto. Él acarició ese llavero como si fuera una obra de arte, un tesoro.
-¿Y ahora qué?-preguntó él, con voz débil.
-No sé, pero deberías irte a descansar.
-En mi cabaña hay mucha gente, me verán...
-¿Y pretendes qué te deje la mía, que está casi vacía?
Me miró con ojos de cachorrito.
-No, Jace.
-Pero me mirarán con pena y me preguntarán que me pasa...-dijo con los ojos llenos de lágrimas de nuevo.
-Vale, pero a mí no me concierne, oíste?
Asintió y yo le conducí a mí cabaña, donde se tumbó en mi cama.
-Hala, adiós-dije saliendo y oyendo su despedida desde dentro.
Fui a ver a Quirón.
-¿Puedo llevarme a Jace a la ciudad? Sé cómo se siente, y lo que sufre. Y necesita un cambio de peinado, mis ojos arden.
Él sonrió cómo si guardase un secreto que nadie supiese, que yo no supiese.
-Claro, pero llevaos espadas camufladas.
Asentí y me fui. Entré en mi cabaña quitándole las mantas de golpe.
-¡Despierta, Bella Durmiente! ¡Nos vamos a la ciudad!
-¡Déjame dormir!
-No-dije, y lo arrastré de la mano hasta echarlo de mi cama.
Puso cara enfadada mientras yo le arrastraba por todo el Campamento hasta salir y coger un autobús. Había que fingir que éramos normales, y además, yo estaba acostumbrada a la ciudad.
Una vez allí, buscamos una peluquería, para después entrar y cortarle el pelo. Costó mucho, pero ahora quedaba considerablemente mejor. Mientras, teníamos el resto de la tarde para ir por las tiendas y eso.


Espero que os haya gustado.
Aleteos de las alas de las bambas de Hermes.


Hazel McFly.



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