Estábamos mirándonos a los ojos cuando Alex interrumpió nuestro momento.
-¿Qué hacéis?-nos preguntó.
-La estaba atrapando-dijo como si nada, poniéndome sobre su hombro.
-¡Sueltáme, sabes que odio el contacto corporal!
-¿Y qué hay de las luchas cuerpo a cuerpo?
-¡Eso es otra cosa!
-¡Es lo mismo!
-¡Silencio, mortal!
-¡Que soy un semidiós, narices!
-¡Pues vale!
Alex nos miró extrañada y con miedo en la cara.
-Jace, me duele la garganta de tanto gritar-dije. Seguramente debía de parecer bipolar.
-Y a mí, ¿vamos a beber agua?
-Sí, vamos, pero no me bajes, no tengo ganas de caminar.
-Vale, señora odio el contacto corporal.
-Me siento vieja.
Y así pasamos por delante de Alex, que su cara era una mezcla de emociones.
Una vez en nuestro nuevo campamento improvisado, Jace me bajó dejándome en el suelo con delicadeza.
Ambos nos sentamos cerca del fuego que habían hecho, calentándonos bajo la capa de cielo oscuro que se cernía sobre nosotros, mientras, como ya dijimos, bebíamos de una botella de agua. Y simplemente permanecimos ahí, en silencio, disfrutando de la compañía uno del otro.
Sentí su mano acariciar mí espalda en dirección a mí hombro, tal y como hice yo en la casa. Me atrajo hacia él, haciéndome sentir protegida, como si no estuviésemos en peligro. Sí, yo odiaba a la gente y me daba asco que me tocasen, pero... Él lo hacía diferente. Él era él. Y punto.
-Tengo sueño...-susurré sintiendo mis párpados pesados.
Su cercanía y la calidez del fuego habían hecho efecto.
-Duerme.
-¿Y si me necesitáis?
-Te despertaré.
-¿De verdad?
-De verdad, Rapunzel.
Sonreí cerrando mis ojos e, inmediatamente, durmiéndome.
No sé cuanto tiempo pasó, ni lo que me perdí, solo sé que estaba cómoda, sin tener pesadillas, cuando sentí un suave zarandeo intentando despertarme, cosa que acabé por hacer.
-¿Qué pasa...?-dije frotando mis ojos.
-Ya es hora de partir-dijo Jace.
-¿Ya...? Pero tengo sueño...
-No importa, duermes en el grifo, ahora levanta.
-No, déjame dormir.
Me di al vuelta volviendo a cerrar los ojos.
-Rapunzel, despierta-dijo, y negué-. Despierta o te corto el pelo.
En menos de un pis pas estaba de pie, pero con sueño.
-¡Quiero dormir!-me quejé como una niña pequeña.
-Vamos-solo dijo eso, tirando de mí mano y subiéndome al grifo-. Tardaremos en llegar, puedes dormir-dijo dulce.
Sonreí cerrando los ojos, sintiendo su presencia detrás mío. Deslizó sus brazos por debajo de los míos agarrándose al pelaje, de manera que pude apoyarme sobre su pecho, volviendo a caer sobre los brazos de Morfeo.
Al cabo de un par de horas me volvió a despertar, pero esa vez no me quejé. Me dijo que teníamos que bajar y buscar una puerta porque una barrera se alzaba hasta el cielo impidiéndonos pasar. Sí que protegía a sus dragoncitos bien. Y para colmo, esa solo era una prueba de las que faltaban.
Bajamos y caminamos entre los árboles, ya que era una selva, divididos en grupos de dos; yo con Jalia, Garred con Jace e Ibally con Alex. Los animales se fueron uno con Alex y su pareja y otro con Garred y Jace. Pero el hipogrifo se vino conmigo. Por insistencia mía, por supuesto que no los había amenazado ni nada.
Forcé a mí vista a fijarse en los árboles, mirando entre las hojas, buscando el mismo resquicio que me indicase que había una puerta. Tal vez estaba en un árbol, tal vez estaba escondida, tal vez era invisible. ¿Quién lo sabía? ¿Quién lo sabía? ¿Quién...? ¡Claro, esa era la respuesta! Tal vez alguien lo supiese. Tal vez los pájaros. Los pájaros. ¿Dónde se esconderían los pájaros? ¡En su nido! ¡Y el grifo nos podría ayudar a entenderlo!
-Jalia, ¡ya sé como encontrar la puerta!-exclamé llamando su atención.
-¿Cómo?
-La respuesta es los pájaros-dije-.Vamos, sube.
Me subí encima del hipogrifo, y Jalia, dudosa, lo hizo también. Señalé la copa de los árboles para que entendiese que quería subir. Y parece que lo comprendió, pues agitó las alas elevándonos hasta ver algunos nidos o algunas aves posadas en las alargadas ramas, llenas de nudos y hojas. En cuanto nos acercamos, echaron a volar, asustados, y el grifo tuvo que comenzar a graznar, creo que explicando, por lo que algunos se quedaron y otros volvieron. Empezaron a graznar entre ellos, y de vez en cuando el grifo giraba la cabeza y negaba, indicando que no había suerte. Y así pasamos un rato, de pájaro en pájaro.
-Lexi, creo que no hay posibilidades...-dijo Jalia, cansada ya.
-Solo uno más.
-Eso dijiste la última vez.
-Esta vez es en serio.
-Eso dijiste la última vez.
-Ay, mira, si te cansas te bajas-señalé el suelo, que estaba a bastantes metros, pues los árboles eran altos.
Resopló rindiéndose.
-De acuerdo.
Y, por última vez, le preguntamos a uno más. Esta vez, el grifo asintió, haciéndonos sonreír aliviada, y seguimos al pájaro que nos guió hacia los límites, en donde había una piedra gigantesca. Ambas bajamos y la levantamos, mostrándonos un hoyo en el suelo increíblemente profundo. Debía de ser algo. Dimos las gracias y silbamos una melodía que atrajo a nuestros compañeros.
-¿Quién la encontró?-preguntó Alex
-Yo creo que Lexi-comentó Jace.
Ese comentario me hizo sonreír, pero no creía que a Jalia le hiciese mucha gracia.
- Y, ¿por qué? Si se puede saber.
-Porque, eh... Ella, ella, es decir... Que ella tiene una mente peculiar, y lo diferente suele acertar.
-Sí, claro-dijo Jalia.
-Bueno, ¿pero aquí no hay escaleras ni nada?-comentó Ibally.
-No veo nada...-dije arrodillándome y examinando.
En un intento de ver mejor me caí, consiguiendo por los pelos agarrarme a algo; una cuerda.
-Pero tenemos una cuerda.
Los demás rieron y vitorearon.
-¿Y los pegasos?
-Bueno, ellos caben, el problema son sus alas-dijo Garred.
Ayudamos a pasar a los animales primero, el grifo también, y después, lentamente, bajamos uno por uno, quedando solo Jace y yo.
-Bueno, Rapunzel, ¿te ayudo a bajar?
-Creo que puedo sola-dije.
-Tonterías-me cogió de las manos haciéndome quedar suspendida en el hoyo.
-Jace...
-Confía un poquito en mí-dijo riendo y arrodillándose. No sé como tenía la fuerza suficiente para aguantarme.
Se puso algo cerca, mirando mis ojos con intensidad. Le devolví la mirada notando un leve rubor. Ahora volvía a querer ser una abeja.
Me sonrió, y me fijé en que su sonrisa era preciosa. Sonreí de vuelta.
-¿Bajáis?-nos recibió el tremendo grito de Jalia.
-¡Sí!
Jace rió incómodo haciéndome agarrar a la cuerda, que bajé enseguida, seguida de él. Una vez más, quedamos cerca. Y una vez más, nos volvieron a interrumpir. Al final acabamos él cogiendo mi mano y ambos riendo.
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