Rápidamente sacamos nuestras espadas, soportando los chillidos que emitían las arpías, y nos abalanzamos sobre ellas intentando atravesar su corazón. Chillaron y se defendieron con uñas y dientes, batiendo sus enormes alas e intentando cortarnos con sus uñas largas y afiladas.
Observé la manera de luchar de mis compañeras; Jalia luchaba como podía, defendiéndose y atacando con ganas. Incluso daba miedo. Cosas de las hijas de Fobos, supongo. Nié, por otro lado, atacaba y se defendía con ganas, con pasos inseguros y novatos. Parecía que se lo tenía muy creído, aunque siempre iba de modesta, y todo por vencer a un estúpido perro del infierno, o eso había oído.
Volví a concentrarme en que la hoja de mi espada cortase con elegancia, matase con crueldad y volviese a atacar. Así era yo. Así me habían hecho tantos años de experiencia, tantos años de matar y luchar, para conseguir todo. Yo era así. Yo era cruel, sí. Yo era Lexi Stone, hija de Eris.
Pensar en mi madre me dio fuerzas para atacar con más habilidad y defenderme con agilidad. Maté a una, luego a otra, Jalia mató a otra, y Nié hirió a la penúltima. Me adelanté atacando a la arpía que estaba libre, pues la hija de Fobos intentaba ayudar a la líder de la misión. Corté su cabeza y, para rematar, atravesé su corazón con mi espada. Sangre me salpicó uniéndose a la de mis heridas, y justo cuando me giré para ayudar a las demás, vi como Nié salía despedida hacia atrás dándose demasiado fuerte contra unas rocas y quedando inconsciente de manera inmediata.
Jalia rápidamente mató a la arpía y corrió junto a Nié, examinándola preocupada. Ahora que me fijaba, el pegaso no estaba, así que oteé el horizonte viendo llegar a los demás con el animal. Observaron a Nié muy preocupados y corrieron hacia ella opcupándose como podía. Mientras, yo, me observé; tenía mi ropa intacta, pero llena de sangre mía y de los monstruos, y además una herida sangrante cruzaba mi cuello en diagonal, obra de una de las uñas de la arpía de antes. También tenía algunos cortes y rasguños por las piernas y antebrazos, pero las únicas heridas graves además de la del cuello, era la del muslo y gemelo, que sangraban sin parar. Me limité a observar como curaban a las demás, olvidándose de mí.
Vi agua y sol, y se me ocurrió una idea. Cogí una moneda echándola y diciendo con quién quería hablar, y donde ésta persona estaba, y rápidamente me apareció Quirón, aún en la enfermería con los chicos.
-Señor centauro, creo que nos volvemos. Habían unas arpías, y nos atacaron, y, bueno, ya sabe el resto-dije señalando hacia atrás, hacia donde estaban ellos.
-¡Por todos los dioses! ¡Les prepararemos todo, no se preocupen!-dijo, y yo asentí-. Pero, ¿qué hay de ti?
-Yo estoy bien, aunque esté sangrando, estoy bien-dije apretando mi herida del cuello, que apenas sangraba.
-Pero...
-Da igual, ellas son más importantes, ya nos veremos, adiós-dije todo rápidamente echando un vistazo al chico del pelo de seta, para después cortar la llamada, o lo que fuera.
Me volví hacia los demás, que me miraban.
-¿Qué?
-Es Nié, ha perdido el conocimiento, ya no sabemos qué hacer, ni cómo seguir-dijo Alex.
-Bien, una razón más para irnos.
-Hay que curarte-comentó la persona que creía que era Ibally.
Y así lo hicieron. Me vendaron el cuello, el muslo y el gemelo, y me curaron el resto de heridas. En poco tiempo ya estaba todo empaquetado para irnos, y también una confusa Nié preguntando por todo.
-¿Dioniso la podrá curar?
-Supongo.-murmuró Ibally.
A lomos de los pegasos, atravesamos el camino ya recorrido. Cabe decir que encontramos a Fred con una chica muy peculiar. Obviamente se vino con nosotros, lo malo es que la chica también, y la verdad es que no se como respiraba aquí, si vivía en el agua. Pero bueno, ya se averiguaría más adelante... esperaba.
Pronto divisamos el Campamento Mestizo, y los pegasos siguieron batiendo sus alas hasta llegar hacia allí.
Y lo primero que vi, como no, fue al pelo seta esperándonos con Quirón a su lado.
Espero que os haya gustado.
Aleteos de las alas de las bambas de Hermes.
Hazel McFly.
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